A finales de los noventa del siglo pasado el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) realizó una encuesta para saber cuáles eran los cinco inventos más importantes para los estadounidenses. En primo lugar situaron al cepillo de dientes, por detrás del móvil, el ordenador y el coche.
Gracias a él podemos lucir una sonrisa bonita y sana. Los expertos explican que es fundamental cepillarse los dientes todos los días y varias veces, para evitar que aparezcan caries u otras enfermedades.
Muchas personas no saben que el término “caries” es una palabra que se emplea de igual forma en latín. El médico romano Aulio Cornelio Celso recomendaba rellenar los agujeros de las piezas dentales con fragmentos de plomo para evitar que se llenaran con restos de comida.
El primero en utilizar un dentífrico fue
otro médico romano, Escribonius Largus, ya que él creo una pasta de dientes con polvo de piedra pómez, vinagre, miel y sal.
Pero, quedaban restos de comida entre los dientes. Largus también aconsejaba usar palillos y recurrir al lentisco, una planta que mascaban los romanos a modo de chicles.
Él explicaba que si los restos continuaban en los dientes, también podían usar plumas de ave, pero que no fueran de buitre.
Un médico inglés, John Lister, patentó el primer enjuague bucal en el siglo XIX. Catorce años después el médico, Joseph Lawrence, lo recomendó para tratar la gonorrea y los hongos de los pies.
Al no conseguir buenos resultados,
lo utilizó para limpiar los suelos. El médico Jerry utilizó el fenol para tratar la halitosis y decidió escoger el nombre de ‘listerine’ para homenajear al descubridor del invento.
En 1780, William Addis acabó en una cárcel de Newgate. En aquellos momentos la forma tradicional de limpiarse los dientes era con una tela de lino mezclada con sal u otras sustancias.
Addis guardó un hueso de la cena y realizó pequeños agujeros, a los que acabó pegando unas cerdas que consiguió tras sobornar a uno de los guardias.
Él consiguió crear el primer cepillo de dientes moderno. Aunque no fue el primer cepillo dentífrico de la historia, ya que nos debemos remontar más de siete mil años. En algunos países asiáticos usaban el palo de miswak, que se obtiene de una planta (Arak o árbol del cepillo dental).
Se masticaba la rama hasta deshilacharla y así se obtienen grandes penachos que contienen flúor, es decir, entre 8 y 22 partes por millón.
Consejos para conseguir el mejor cepillo de dientes
Para conseguir una boca sana debes elegir un cepillo correcto de dientes. Muchos pacientes no saben si escoger un cepillo manual o eléctrico.
Si optas por el cepillo manual es importante que el tamaño de la cabeza del cepillo llegue a todos los rincones de la boca para conseguir una máxima limpieza.
Los profesionales de Clínica Dr. Clavero informan que a la hora de elegir un cepillo manual debes tener en cuenta que sus cerdas no sean de dureza alta y el diseño sea más o menos curvado.
Las personas con ortodoncia es mejor que utilicen este tipo de cepillo, porque los eléctricos pueden desprender algún alambre o bracket. Los niños también es mejor que opten por los manuales, además, hay una gran variedad para su tamaño de boca y manos.
Los expertos explican que las personas con encías sensibles no pueden utilizar el cepillo eléctrico, porque el cabezal gira a bastante velocidad y puede provocar sangrado o molestias.
Sin embargo, muchas personas prefieren los cepillos eléctricos. Puedes encontrar modelos que emiten una señal acústica o vibratoria, que nos avisa que ya ha hemos conseguido los dos minutos de limpieza.
Son más idóneos para personas con discapacidad, problemas o limitaciones. También, es mucho más práctico para sus familiares o cuidadores.
A diferencia de los manuales, no es necesario comprar un cepillo nuevo cada vez, solo tienes que cambiar el cabezal por uno nuevo y continuar usando el mismo.
Después del cepillado puedes utilizar un enjuague bucal, pero el Dr. Óscar Castro Reino, presidente del Consejo General de Dentistas, informa que «ciertos colutorios tienen efectos beneficiosos para la salud bucodental, como la reducción del riesgo de caries o la eliminación de placa bacteriana. Sin embargo, estos efectos positivos no deben eludir la imprescindible prescripción del dentista por las posibles consecuencias negativas que algunos de estos productos pueden suponer, por ejemplo, tinciones amarillentas en los dientes, alteraciones del gusto y, sobre todo, lo más importante, la posibilidad de enmascarar determinadas lesiones que pueden ser graves».
¡Si tienes dudas lo mejor es que pidas cita con tu dentista!