Empresas como Cultifort, compañía dedicada a la fabricación y comercialización de productos destinados a la nutrición vegetal, y su apuesta por la investigación, destinada al desarrollo de nuevos productos orgánicos para la agricultura y mejora de los productos actuales, tanto a nivel interno como mediante la colaboración con distintas universidades españolas, ponen de manifiesto la importancia de la agricultura orgánica dentro del sector primario en la España de hoy.
La agricultura orgánica es un método que fomenta la sostenibilidad a largo plazo de una explotación agrícola. Es decir, se trata de aquella que toma en consideración los efectos a medio y largo plazo con los que la práctica agrícola deja huella en el agroecosistema de su entorno. Basada en una adquisición de conciencia y en un posicionamiento activo en la adopción de medidas al respecto -no dependiente de la evolución de las circunstancias sino proactiva y previsora-, es por ello que el objetivo de esta variante sostenible y respetuosa con el medioambiente consiste en una producción de alimentos que mantenga un equilibrio innegociable con los parámetros ecológicos para proteger la fertilidad natural del suelo o evitar la aparición e incremento de plagas vegetales y animales.
En definitiva, entre las múltiples explicaciones, definiciones y variantes que abarca la agricultura orgánica, cabe destacar como punto de encuentro innegociable el desarrollo de métodos y técnicas que persiguen la gestión del ecosistema en sustitución del abuso de los insumos agrícolas –plaguicidas sintéticos, fertilizantes agresivos, medicamentos veterinarios, semillas y especies modificadas genéticamente, productos conservantes, aditivos sintéticos, irradiación, etcétera-, en aras de mitigar las repercusiones que sobre el medioambiente desencadena la actividad agrícola moderna. A cambio, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (Fao), la agricultura orgánica prefiere llevar a cabo “prácticas de gestión específicas para el sitio de que se trate, que mantienen e incrementan la fertilidad del suelo a largo plazo y evitan la propagación de plagas y enfermedades”.
«La agricultura orgánica es un sistema holístico de gestión de la producción que fomenta y mejora la salud del agroecosistema, y en particular la biodiversidad, los ciclos biológicos, y la actividad biológica del suelo. Hace hincapié en el empleo de prácticas de gestión prefiriéndolas respecto al empleo de insumos externos a la finca, teniendo en cuenta que las condiciones regionales requerirán sistemas adaptados localmente. Esto se consigue empleando, siempre que sea posible, métodos culturales, biológicos y mecánicos, en contraposición al uso de materiales sintéticos, para cumplir cada función específica dentro del sistema», definía en consecuencia la comisión del Codex Alimentarius, constituida en 1999 para establecer un punto de referencia mundial para los consumidores, los productores y elaboradores de alimentos, los organismos nacionales de control de los alimentos y el comercio alimentario internacional.
La Fao, en cualquier caso, señala varias causas que explican la organización y el establecimiento de esta agricultura orgánica, contraria a los métodos industriales del sector alimentario tradicional y respaldada por una certificación expedida por las instituciones competentes que dictaminan que la entidad en cuestión produce, almacena, elabora, manipula y comercializa respetando esta serie de especificaciones técnicas precisas de la agricultura ecológica. Las tres más destacadas son:
- La promoción de la agricultura orgánica por el consumidor o el mercado. Se reconocen los productos orgánicos claramente gracias a su certificación y etiquetado. Los consumidores eligen productos producidos, elaborados, manipulados y comercializados en una forma específica. El consumidor, en consecuencia, influye mucho en la producción orgánica.
- La promoción de la agricultura orgánica por los servicios. En países como los de la Unión Europea (UE) hay subsidios para la agricultura orgánica, a fin de que se produzcan bienes y servicios ambientales, como reducir la contaminación de los mantos freáticos o crear un paisaje con mayor biodiversidad.
- La promoción de la agricultura orgánica por los agricultores. Algunos productores consideran que la agricultura convencional no es sostenible y han creado otras modalidades de producción para mejorar la salud de sus familias, la economía de sus fincas y su autosuficiencia. En muchos países en desarrollo se adopta la agricultura orgánica como método para mejorar la seguridad alimentaria del hogar o para reducir los gastos en insumos. Los productos no necesariamente son para el mercado, o se venden sin distinción de precios porque no están certificados. En los países desarrollados, los pequeños agricultores están creando cada vez más canales directos de oferta de productos orgánicos sin certificar a los consumidores. En los Estados Unidos, los agricultores que comercializan pequeñas cantidades de productos orgánicos gozan formalmente de la exención de certificación.
Respecto a los beneficios que lleva aparejados la agricultura orgánica, el organismo mundial se refiere a las ventajas que aporta al suelo –su enriquecimiento y el cuidado de la fauna y flora local mediante sistemas más estables como la rotación de cultivos, los cultivos mixtos, las asociaciones simbióticas, los cultivos de cubierta, los fertilizantes orgánicos y la labranza mínima-, a los sistemas acuíferos –la reducción de la contaminación causada por fertilizantes y plaguicidas sintéticos y la mejora de la filtración del agua gracias a los fertilizantes orgánicos como el compost, el estiércol o el denominado fertilizante verde-, al aire –la prevención del efecto invernadero y la no contaminación del aire debido a la minimización del uso de energía no renovable ligado a la menor necesidad de sustancias agroquímicas-, y a la biodiversidad en general, de la que los agricultores se erigen en guardianes a causa de su apuesta por las semillas y las variedades tradicionales y adaptadas en la agricultura, más resistentes a las enfermedades y a las presiones del clima; por el mantenimiento de zonas naturales dentro y alrededor de los campos de cultivo y el desprecio de los insumos químicos, creando un hábitat adecuado para la flora y la fauna silvestres; y por el recurso frecuente de especies subutilizadas, que favorece la agrobiodiversidad y crea una reserva de genes más sana, base para la futura adaptación al medio.